Martín Faz Mora
Asistente que fui, en esta ocasión, del X Festival Cultural de Cerro de San Pedro me permitió apreciar en un análisis más amplio del contexto, la dimensión de lo que ha estado y sigue en juego en la lucha contra el depredador proyecto de la trasnacional New Gold-Minera San Xavier.
El escenario y la territorialidad en los que se desarrolló la décima edición del evento eran, en sí mismos, una patente manifestación del conflicto: un Festival Cultural cercado hasta el exceso por policías; la irreversible destrucción y depredación del lugar, efecto de la impunidad y la ausencia de un efectivo Estado de Derecho y la colusión entre la empresa New Gold-Minera San Xavier y las autoridades ambientales; así como por el ambiente de inseguridad, que llego al extremo de suspender abruptamente el último acto del evento por efecto de un incidente criminal ajeno al Festival, pero sucedido en las inmediaciones del poblado.
Fue una comprobación empírica de que la acumulación de crisis sólo puede traer caos. El escenario de la desmedida presencia policíaca para custodiar un evento cultural de resistencia social, cuestiona seriamente la capacidad de interpretación de las verdaderas amenazas a la seguridad pública que tienen las autoridades locales. Hoy día, en medio de la más grave crisis de seguridad que ha enfrentado nunca la entidad y la ciudad, resulta que es más ”amenazante” un Festival con diez años de realización, en los cuales no se han registrado incidentes graves. ¡Vaya con el diagnóstico! Ayer mismo en las inmediaciones del sobre-custodiado Festival, un verdadero y condenable incidente criminal sin relación alguna con el evento, costó la vida del comandante Rutilo Espinoza Oliva.
Otro escenario, el de la destrucción y depredación que el proyecto minero realiza en Cerro de San Pedro y, con ello, en el valle de San Luis, es un claro ejemplo de la irracionalidad que conduce a la degradación ambiental, política y social. Lo que viene sucediendo en Cerro de San Pedro, es un inmejorable ejemplo de la serie de gravísimos impactos locales que traen consigo las prácticas e imperativos de la globalización económica.
1. La irracionalidad destructora de un proyecto insustentable que dejará los principales beneficios a una empresa canadiense, a costa de la degradación ambiental irremediable e irreversible en perjuicio de los y las potosinas;
2. La avaricia de los actores económicos y jurídicos locales vinculados a la operación administrativa, comercial y jurídica de la empresa, particularmente a sus defensores legales. Para ellos un buen negocio, que les beneficie, vale más que la vida;
3. La inmoral e ilegal complicidad de las autoridades federales que en abierta connivencia con la empresa evaden cumplir las resoluciones judiciales definitivas para su cierre;
4. La inoperancia de las actuales autoridades locales que bajo la excusa de ser un problema heredado de la anterior administración, evaden la responsabilidad para evitar la profundización de los graves efectos del proyecto minero;
5. La manipulación y desinformación de la opinión pública local impulsada por la empresa a través de los medios de comunicación;
6. El acoso a los movimientos de resistencia, a quienes se cerca, hostiga y desacredita. Aunado a la carencia de recursos para enfrentar tanto el acoso por parte de la política local, como el poder económico y político de la empresa.
Es lo que el reconocido sociólogo portugués, Boaventura de Sousa Santos, ha llamado la globalización localizada, una de las formas de producción de la globalización en la que las condiciones locales - territorio, economías, sociedad, gobiernos, etc.- son desestructuradas y reestructuradas para responder a los imperativos transnacionales. Así, no importa la destrucción de los recursos naturales, sociales y culturales, con tal de extraer oro y plata para el mercado mundial y la ganancia de pocos. Ello implica, también, las complicidades locales cortoplacistas.
Pero hay otro escenario también, el de las luchas de quienes resistimos, el del encuentro y la articulación de las resistencias. Aunque nuestros esfuerzos no parezcan, por ahora, ser suficientes contra las prácticas e imperativos del globalismo localizado, la suma de estas luchas son, también, una manifestación de la globalización contra-hegemónica, de una globalización construida desde abajo, y que no debe prescindir o renunciar a las diversas formas de lucha que sean posibles de acuerdo a los contextos y las posibilidades.
Con un llamado similar concluyó la mesa de análisis en la que participaron el espléndido Carlos Fazio y el entrañable Enrique González Ruíz.
Asistente que fui, en esta ocasión, del X Festival Cultural de Cerro de San Pedro me permitió apreciar en un análisis más amplio del contexto, la dimensión de lo que ha estado y sigue en juego en la lucha contra el depredador proyecto de la trasnacional New Gold-Minera San Xavier.
El escenario y la territorialidad en los que se desarrolló la décima edición del evento eran, en sí mismos, una patente manifestación del conflicto: un Festival Cultural cercado hasta el exceso por policías; la irreversible destrucción y depredación del lugar, efecto de la impunidad y la ausencia de un efectivo Estado de Derecho y la colusión entre la empresa New Gold-Minera San Xavier y las autoridades ambientales; así como por el ambiente de inseguridad, que llego al extremo de suspender abruptamente el último acto del evento por efecto de un incidente criminal ajeno al Festival, pero sucedido en las inmediaciones del poblado.
Fue una comprobación empírica de que la acumulación de crisis sólo puede traer caos. El escenario de la desmedida presencia policíaca para custodiar un evento cultural de resistencia social, cuestiona seriamente la capacidad de interpretación de las verdaderas amenazas a la seguridad pública que tienen las autoridades locales. Hoy día, en medio de la más grave crisis de seguridad que ha enfrentado nunca la entidad y la ciudad, resulta que es más ”amenazante” un Festival con diez años de realización, en los cuales no se han registrado incidentes graves. ¡Vaya con el diagnóstico! Ayer mismo en las inmediaciones del sobre-custodiado Festival, un verdadero y condenable incidente criminal sin relación alguna con el evento, costó la vida del comandante Rutilo Espinoza Oliva.
Otro escenario, el de la destrucción y depredación que el proyecto minero realiza en Cerro de San Pedro y, con ello, en el valle de San Luis, es un claro ejemplo de la irracionalidad que conduce a la degradación ambiental, política y social. Lo que viene sucediendo en Cerro de San Pedro, es un inmejorable ejemplo de la serie de gravísimos impactos locales que traen consigo las prácticas e imperativos de la globalización económica.
1. La irracionalidad destructora de un proyecto insustentable que dejará los principales beneficios a una empresa canadiense, a costa de la degradación ambiental irremediable e irreversible en perjuicio de los y las potosinas;
2. La avaricia de los actores económicos y jurídicos locales vinculados a la operación administrativa, comercial y jurídica de la empresa, particularmente a sus defensores legales. Para ellos un buen negocio, que les beneficie, vale más que la vida;
3. La inmoral e ilegal complicidad de las autoridades federales que en abierta connivencia con la empresa evaden cumplir las resoluciones judiciales definitivas para su cierre;
4. La inoperancia de las actuales autoridades locales que bajo la excusa de ser un problema heredado de la anterior administración, evaden la responsabilidad para evitar la profundización de los graves efectos del proyecto minero;
5. La manipulación y desinformación de la opinión pública local impulsada por la empresa a través de los medios de comunicación;
6. El acoso a los movimientos de resistencia, a quienes se cerca, hostiga y desacredita. Aunado a la carencia de recursos para enfrentar tanto el acoso por parte de la política local, como el poder económico y político de la empresa.
Es lo que el reconocido sociólogo portugués, Boaventura de Sousa Santos, ha llamado la globalización localizada, una de las formas de producción de la globalización en la que las condiciones locales - territorio, economías, sociedad, gobiernos, etc.- son desestructuradas y reestructuradas para responder a los imperativos transnacionales. Así, no importa la destrucción de los recursos naturales, sociales y culturales, con tal de extraer oro y plata para el mercado mundial y la ganancia de pocos. Ello implica, también, las complicidades locales cortoplacistas.
Pero hay otro escenario también, el de las luchas de quienes resistimos, el del encuentro y la articulación de las resistencias. Aunque nuestros esfuerzos no parezcan, por ahora, ser suficientes contra las prácticas e imperativos del globalismo localizado, la suma de estas luchas son, también, una manifestación de la globalización contra-hegemónica, de una globalización construida desde abajo, y que no debe prescindir o renunciar a las diversas formas de lucha que sean posibles de acuerdo a los contextos y las posibilidades.
Con un llamado similar concluyó la mesa de análisis en la que participaron el espléndido Carlos Fazio y el entrañable Enrique González Ruíz.
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